O Pelouro, un colegio donde ningún niño pierde
En una pequeña aldea termal de Pontevedra llamada Caldelas de Tui un matrimonio formó en 1973 un centro educativo concertado dedicado a la integración de niños con problemas psicológicos y emocionales.
En lo que anteriormente fue un hotel, este matrimonio formado por una pedagoga terapeuta y un neuropsiquiatra infantil tratan tanto a niños "normales" como a aquellos niños que tienen variaciones neurocognitivas que afectan al desarrollo, como es el autismo, el síndrome de Asperger, el síndrome de Down, etc.
En esta escuela ofrecen enseñanza de Infantil, Primaria y Secundaria y definen a su modelo educativo como "pedagogía interactiva intersectiva", es decir, se trata de una función escolar basada en la investigación-acción centrada en el alumno, trabajando la expresión social, emocional y relacional.
Las clases se imparten de lunes a jueves y las materias impartidas son actividades que parten de las necesidades, las propuestas y los deseos dialogados entre los alumnos y los profesores. En este centro no hay horarios fijos, ni aulas ni grupos cerrados, es decir, no existe la típica rutina escolar. Se trata de una especie de casa donde se realizan las actividades propias de un hogar.
Los profesores toman el papel de mediadores, es decir, dejan que las propias vivencias construyan el aprendizaje del niño y, a la vez que median, facilitan que el niño pueda aproximarse a la vivencia, observan y lo acompañan a lo largo de ese proceso.
Los niños llegan al centro a las 9 de la mañana, allí se juntan con el resto de alumnos internos y comienza la jornada escolar con una asamblea en la que se reúnen todos los alumnos y se activan a través de ejercicios y cantos colectivos. Destaca la emoción con la que los niños viven el momento en el que la directora les habla con un elevado lenguaje científico, lo que ella define como un "potencial de desarrollo". La asamblea finaliza con la organización del trabajo del día, donde cada alumno cuenta en qué va a trabajar.
En esta convivencia en el centro, llama la atención la sensibilidad con la que unos niños atienden a otros, compatibilizando diferentes ritmos evolutivos y de aprendizaje.
Como conclusión, es la organización, la perfecta integración de sus alumnos, la solidaridad, el trabajo en grupo, la posibilidad de decir en qué se trabaja y la sensibilidad de sus educadores lo que hace tan brillante a Pelouro.
Considero que O Pelouro representa un ejemplo a seguir en cuanto a la práctica inclusiva se refiere. Debería servir como modelo para que en los centros públicos también tengan cabida todos los alumnos y sean ellos quienes construyan su propio aprendizaje con la ayuda de profesores-mediadores en un ambiente donde confluyan todas las diferencias.
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